En abril, Vigía del Fuerte será el primer municipio en estrenar una obra por $2.500 millones. La comunidad dice que nunca había recibido tanta inversión.

Para volver a casa después de estudiar, Fabián, uno de los seis hijos de Juan de Dios Evao, tiene que navegar cinco horas por el río Atrato, el más caudaloso de Colombia, hasta llegar al resguardo El Salado.
Tiene 15 años y cursa sexto en la Institución Educativa Embera Atrato Medio, de Vigía del Fuerte, manejada por las Misioneras de la Madre Laura.
Ahora no tiene clases, porque en este municipio del Urabá, en límites con Chocó, los emberas estudian 15 días, se van para sus resguardos y vuelven a los dos meses. Seis etapas académicas en el año.
Sin embargo, su familia, de la comunidad embera dóbida, está en el pueblo, en la casa de un amigo, acompañándolo mientras busca trabajo para comprar los cuadernos que necesitará en abril, cuando vuelva a las aulas.
"El transporte nos cuesta siete galones de gasolina en la ida, 80.000 pesos, y 80.000 de bajada", cuenta Juan de Dios, hombre flaco y de pelo gris, casi blanco, que camina descalzo y sin camisa mientras al fondo se ve el sol que se esconde al otro lado del río, entre dos palmeras negras que se ven en contraluz antes de que llegue la noche.
Cuatro horas en lancha por el Atrato, desde Quibdó; siete desde Turbo o una en avioneta desde Medellín, que cuesta 220.000 pesos. Así se llega a Vigía, en el extremo occidental de Antioquia.
Allí viven 8.200 personas (47% menores de edad), casi todas de las comunidades negra e indígenas. No hay acueducto ni alcantarillado, para el consumo se usan aguas lluvias y a veces del río, y la energía eléctrica solo los acompaña 18 horas del día (de 8:00 a.m. a 2:00 a.m.). Y eso que a principios de 2012 la tenían solo 3 horas en la noche.
La luz funciona con plantas, pero allí el combustible es muy caro: el galón de ACPM vale 16.500 pesos.
Además, ninguno de los cinco colegios (dos urbanos y tres rurales) cuenta con internet. Por esto, y más, la alcaldesa, Miryam del Carmen Serna Martínez, no duda de que es el municipio más pobre del departamento y que estuvo olvidado por mucho tiempo.
Pero desde que la Gobernación le asignó uno de los 80 parques educativos, y alrededor de él el Proyecto Municipal Integral (PMI), que contempla varias obras, en el pueblo se siente la esperanza por la transformación hacia el desarrollo.
EL PMI, impulsado por la Gobernación, plantea inversiones por 26.000 millones de pesos, mientras que el presupuesto municipal para 2014 es de menos de la tercera parte: 7.200 millones.
Aunque parece alta la destinación de recursos frente a la cantidad de habitantes, esto es visto como modelo de inversión pública. Y más, teniendo en cuenta el desdén que sufrió Vigía durante tantos años. "Es justo que estemos iguales que otros municipios", comenta la alcaldesa, quien sostiene que allí se vive una revolución y le agradece al gobernador, Sergio Fajardo Valderrama, porque, según ella, esta administración departamental es la única que ha invertido en la educación de Vigía en 30 años.
Entre la selva y el río
Tras sobrevolar la inmensidad de ese océano verde que es la selva y el imponente río, la avioneta aterriza en una pista de tierra de 800 metros.
Silencio, solo silencio. Al frente, en la otra orilla del Atrato, está Bojayá (Chocó), donde el 2 de mayo de 2002 ocurrió una de las masacres más espantosas de la historia del país, cuando en un enfrentamiento con los paramilitares, las Farc lanzaron un cilindro bomba a la iglesia y mataron a 79 personas, 48 de ellas, menores de edad, según registros del Centro Nacional de Memoria Histórica.
Como Bojayá, Vigía también ha padecido los horrores de la guerra. El Sistema de Selección de Beneficiarios (Sisbén) reporta que el 25% de la población es desplazada por la violencia. Por eso emociona ver la esperanza de sus gentes cuando hablan de Saberes Ancestrales, como bautizaron el parque educativo, y de otras obras que se adelantan en la localidad.
Caminando por los puentes o pasarelas que sirven de vías por las constantes inundaciones que causa el Atrato, se siente la alegría de la población. De los negocios salen potentes sonidos de vallenato, champeta y reguetón. En el centro, decenas de obreros del pueblo le dan vida al parque educativo.
Es Miércoles de Ceniza, 5 de marzo, y no llueve. En este territorio, ubicado a 16 metros sobre el nivel del mar, la temperatura promedio es de 28 grados centígrados y la humedad relativa, del 85%. Y sí que se siente. El calor es soportable, pero el aire mojado desgasta, aunque la brisa es permanente.
La alcaldesa señala que el avance del parque toca el 80%. Se empezó a construir el 15 de agosto de 2013 y esperan terminarlo a mediados de abril de 2014 e inaugurarlo el 30 de este mes. Así, se cumplirían los ocho meses previstos.
Será el primero de los 80 de Antioquia en prestar servicios. Cuesta 2.500 millones de pesos, aportados por la Gobernación y las fundaciones Fraternidad Medellín y Berta Martínez de Jaramillo. El Municipio de Vigía, entretanto, puso el lote.
"Es una obra que queremos mucho", comenta la mandataria. "Ofrecerá educación de calidad para los jóvenes, acceso a la tecnología y capacitación para profesores", añade esta mujer negra, una maestra de escuela que aparenta mucho menos de los 65 años que tiene; oriunda de Quibdó, pero lleva 42 años en Vigía; casada con Leonardo Heredia, madre de siete hijos, alegre y cercana al pueblo.
La constructora es Soluciones Constructivas S.A.S. El diseño fue de la Gobernación. Representa dos casas típicas de Vigía, una indígena y otra de la comunidad negra.
Andrés Palacio, trabajador social de la Gobernación, explica que en el diseño participaron los pobladores bajo imaginarios colectivos.
Para Alirio Córdoba Maquilón, rector de la Institución Educativa Vigía del Fuerte, es importante que allí los ciudadanos conocerán la historia del municipio de la mano de los ancianos. "Que en dos años la educación de Vigía cambie. Estamos en nivel bajo en pruebas Icfes, pero pensamos subir".
Edificación sostenible
Está construido sobre pilares de concreto, como palafito, para protegerlo de las inundaciones. Y está pensado como edificación sostenible: su material principal es la madera de pino inmunizado y se aprovecharán las aguas lluvias y la luz y la ventilación naturales.
Adwaines Heredia Chaverra, estudiante de once de este colegio, confiesa que están esperando mucho el parque. "Será un sitio de interés integral para desarrollar la cultura y habilidades y destrezas".
Por su parte, Dania Saray Perea Murillo, también alumna de once, practica taekwondo, boxeo, atletismo y fútbol y destaca que ese espacio potenciará el deporte.
Ella quiere estudiar ingeniería ambiental, derecho administrativo o entrar a la Policía. Cree que con el parque se facilitarán sus planes mediante la oferta virtual. Si no, acepta que es necesario salir del municipio.
Su área es de 1.350 metros cuadrados. Tendrá patio del sabedor, salón de maestros, internet, aulas digital y de emprendimiento, biblioteca, huerta, plaza de sombras y puentes.
Además, afuera de la estructura educativa se construye una cancha con pista atlética, donde los jóvenes, muchos de ellos deportistas, podrán practicar fútbol, tenis, voleibol, baloncesto, bádminton y atletismo. También habrá zonas verdes para el encuentro comunitario.
La secretaria de Educación, Yubis Rentería, dice que en su localidad hay dificultades para ingresar a la educación superior. "Hay muchos jóvenes que aún no saben lo que es internet", apunta.
Según datos de la Gobernación, en Vigía hay 2.773 estudiantes, se gradúan 60 cada año y solo cinco acceden a la educación superior.
En el colegio embera estudian 280 indígenas; entre ellos, adultos. La directora es la hermana Gloria Inés González, quien dice que el parque servirá para que los indígenas aprendan de las comunidades negras y viceversa. La religiosa señala que es alta la deserción en la institución, por los elevados costos del transporte para los alumnos. Además, los grupos armados a veces cierran el río.
Leonardo Valencia Mecheche, gobernador indígena de Vigía, agrega que hay muchos indígenas estudiando en la zona urbana, pero no tienen becas para educación superior. "El parque nos servirá para intercambiar ideas y experiencias con otros continentes".
El Plan de Desarrollo local dice que el 91% de la población es negra, el 6%, indígena, y el 3%, mestiza. No obstante, en las calles abundan los indígenas y parecen mayoría.
Van descalzos, los niños pegados a sus madres; ellos de pantalonetas, ellas de coloridas faldas. Los hombres, casi siempre, aparte, conversando.
Aunque algunos lucen motilados propios de las ciudades, mantienen su cultura, como la gente de raza negra, que desde chiquita tiene el baile fundido en la piel. Así lo demuestran niños de cinco años que danzan champeta en la vía pública.
La ilusión de los vigieños con el parque la resume el líder artístico Plácido Mena, más conocido como Yatumán, que sostiene que en 10 años el municipio será otro cuento.
La avioneta despega y desde el aire resaltan unos techos azules en el centro del pueblo. Son los del parque educativo, el foco de los sueños de progreso de Vigía del Fuerte.